miércoles, 10 de agosto de 2016

No estaban íngrimos y solos. Parte IX

MONOLOGO DE  MANUELA  SAENZ



            MANUELA SAENZ:  íngrima y sola

Frente a este mar  y este cielo monumental   intento encontrar respuesta
en la luz del atardecer  que tan indecisa  va pasando  de dorado a violeta. .
¿Cómo será   que fui   realmente yo...aquella    Manuelita Saenz?
Aquella a la que quisieron rodear de sombras, borrar su verdad histórica.
Aquella a la que en vida   quisieron esconder   en un manto de ignominia...
de mentiras...de injurias...
Aquella   contra la que se confabularon  para que  yo  no fuera recordada.
Aquella, creo yo que,  sin embargo, relumbrará en toda nuestra  América.
Porque es que, un contemporáneo mío, Duarte,  me ha descrito hermosa y
de inmensos ojos negros, luminosos e irresistibles  y  de redondas caderas
¡Sí! Y de vida airosa!
Y Victor, el autor cuenta que yo, Manuela, paseaba a caballo por las calles
vestida con uniforme de Húzar y acompañada por  fantásticas esclavas.¡Sí!
Mis maneras y mi lenguaje  eran extravagantes, imprudentes e impetuosos.
Se escandalizaban algunos al ver a una dama vestida  con uniforme militar...
Ya que   para algunos...                  ¡eso era   una afrenta   y una barbaridad!
Y mucho   más   si    "la Manuela"    arengaba   a la tropa,   personalmente,
sobre su   corcel,        ¡espada en mano   y con sendas pistolas en la cintura!
En Bogotá,  un insigne físico francés, Jean Baptiste, a quien conocí  y traté,
escribió que...Era bella, algo gruesa, de ojos negros, de tez sonrosada sobre
fondo blanco...Que yo, Manuela,  tenía hermosísimos  senos, cabello negro,
bellos dedos ...Que era yo   alegre,   y  de risa  fresca...
Y   llegó a decir     este señor francés,  que yo   era      ¡leal hasta la muerte!





            MANUELA    sigue  diciendo...
Ahora que salí   de esta absurda e  injustificadamente larga vida. ¡Díganme!
¿Por  qué  viví,   26 años   más que él?    ¡Se imaginan!   ¿Cómo   para qué?
Ahora    puedo recorrer   con toda libertad...este Continente       Y leer.. ¡Sí!.
Leer,   yo  Manuela,  lo que muchos  han escrito  sobre  mi apariencia física.
A ver si recuerdo   a este otro,   Juan Francisco     en sus   "Reminiscencias"
él  dedica  varias páginas   a decir  que me conoció cuando yo tenía 24 años,
y era yo,   de cabello negro y ensortijado...con los ojos   atrevidos, brillantes. 
Y    que   mi tez   era    blanca   como la leche   y encarnada   como las rosas
Mi dentadura  bellísima...
Que era yo   de estatura regular, y   agrega   ¡de muy buenas formas! 
Que era yo   de extremada viveza...   
Que era yo   generosa   con los amigos  y  caritativa  con los pobres
Que yo era  valerosa,  sabía manejar  la espada  y la pistola,   sigue diciendo
Juan Francisco...Que montaba muy bien a caballo... iba vestida   de hombre,  
de pantalón rojo,  ruana negra de terciopelo,  yo  llevaba  la cabellera suelta,
mis rizos  se desataban por la espalda,  debajo de  un sombrerito con plumas
¡Cosa que hacía resaltar mi figura encantadora!
Y  también usaba   a veces   una capita de paño azul, galoneada, y sombrero
negro de ala tendida  y  copa baja!           Dígo yo...¡el hombre me detallaba! 
¡Pero   no era el único   que me miraba,  no!
Recuerdo también   a Próspero...quien refiriéndose a mí,   escribió,  y  ahora, 
lo pude leer:...Que mi rostro era  color  perla...ligeramente grueso y  ovalado...
de facciones salientes todas bellas...¡ojos  arrebatadores!   ¡donosísimo  seno! 
Y amplia cabellera,  suelta  y  húmeda,   como empapada      en reciente baño,
la cual   ondulaba    sobre la rica,  odorante,  vaporosa bata   que cubría    mis  
muy   bien repartidas formas ...                                           ¡Pero qué atrevido! 
Y es  que me he vuelto curiosa, y leo,  después de tantísimos años, y de Paita         
todo    lo  que han escrito...sobre   aquella Manuela...               ¡Y me encanta!





¡Tanto como  fui   criticada!                        Ah!  ¡Pero,   cómo me  detallaban!.   
¡Se ve que mucho les llamaba la atención,  que cabalgara a manera de hombre!
Un tal  Doctor José  describió con maestría, compilando de un escritor peruano,
que no nombra... ¡En brioso corcel escoltada por lanceros de la Gran Colombia,
y que vestía   dorman rojo  con  brandeburgo de oro...y pantalón blanco! 
Y también dice que dicen que yo Manuela, era mujer fuerte,  que sabía dominar
mis nervios,  que  aparecía   serena  y  enérgica   en medio  de las balas!
Y  de  espadas   tintas   en sangre... o  del   afilado  puñal    de los   asesinos.
Ese mismo doctor e historiador   señala   lo que otros  dos granadinos,  cronistas 
de  aquella época   dejaron para la posteridad,  al decir ellos   que yo...Manuelita 
¡Y Sí!  que me presentaba con frecuencia a caballo, vestida de oficial   y seguida
de dos  esclavas negras,   y que ellas se llamaban    Nathan y Jonatas.   ¡Pues, Sí! 
Ellas   quedaron   junto   a mí,  fieles   a mí,   todos   aquellos   años       de  Paita.
Y sigue contando  él,  que yo espada en mano,  y las negras  con lanzas,  salimos
en 1830,   la víspera del Corpus.. y   que irrumpimos  entre la muchedumbre, allá    
en  la Plaza Mayor...y atropellamos los guardias...¡y es que    fuimos a desbaratar
los castillos de pólvora   en los que habían   figuras caricaturescas del Libertador!

Claro que    no todas las descripciones ...también   leí algunas   ¡que bueno, pues!
como  las  de  éste escritor Uslar,   no es que    me alabara  mucho, pero     al final termina diciendo...Es la perfecta estampa   del otoño   de una mujer acostumbrada
a   ser   hermosa   e imperativa.   Ajá! 
Y este otro escritor, Ricardo,    dice en sus Tradiciones Peruanas,  que me conoció 
a Manuela Saenz,  en el puerto de Paita  en 1856,   y  señala  que  fue  en mis días postreros. Y así me describe:  Con la majestad  de una reina  sobre su trono estaba
una anciana que me pareció representar sesenta años a lo sumo...Detalla él  que yo vestía pobremente,  pero  que  se adivinaba   que había usado   en mejores tiempos, gross,  raso  y   terciopelo. 
Dice de mí,   que  yo era   una señora    de ojos  brillantes  y   animadísimos, en los  
que   aparecía   reconcentrado   el resto   del   fuego   vital    que aún    me quedaba




Y sigue  él   comentando lo que vió en mí...   En el acento  de la señora   había algo
de mujer superior   acostumbrada al mando   y  a   hacer   imperar su voluntad.    
Dice él,   que yo   era        el perfecto tipo de mujer altiva...
que mi palabra   era fácil,  correcta    y nada presuntuosa, 
y  que   dominaba  la ironía.

Estoy convencida,  yo Manuela,  que fui   una mujer interesante, de rasgos hermosos                        y   de personalidad avasallante.                        
Es que desde mi infancia  hasta la muerte luché  por  mi identidad,  y,  por lo que  yo consideraba justo.                      Con sentido de Patria,  pero    de  Patria  Continental. 
                                                  Y es   que,  a la pregunta   que me hago    a mí misma
                                                   ¿Quién   era    yo;     aquella...           Manuela Saenz?          
Pues,  del tesoro de mi memoria    respondo  con lo que iba  sacando   
de   aquel cofre   en   Paita,  y que   tantas veces   releía,  conmovida.         
Como aquella carta    del    28   de   setiembre   de 1823,  firmada por
mi   Simón  El Libertador    al Coronel O´Leary.       En la que le dice  

"En vista   de la necesidad   que acontece  a estos tiempos,   pido a usted   
se sirva ejecutar los arreglos necesarios;  dándosele a la distinguida dama   
doña Manuela Saenz   los pormenores de la Secretaría,  Archivo General,   
más documentos de la campaña del Sur;  para que trasladados  a la quinta
La Magdalena,  se organice  su incorporación   al  Estado  Mayor General   
de la   Campaña Libertadora,   y   con el rango    de  Húsar".
Yo,  Manuela,  tenía rango de Húsar,   por eso   me ponía   aquel uniforme

Y esta   otra carta   que le envió   desde Ayacucho,  Antonio José de Sucre,  
desde el frente  de batalla,  en diciembre   de 1824...a   S.E.   El Libertador   
de Colombia, Simón Bolivar,  que diceTengo la satisfacción de participar   
a S.E.   de    los combates   librados en Ayacucho, que   han   servido   para
engrandecer las glorias de las armas colombianas, dando a S.E.  los detalles
de los sucesos que   han precedido   al triunfo   de las divisiones a mi mando.     




Se ha destacado    particularmente   doña Manuela Saenz      por su valentía; incorporándose   desde el primer momento  a la división de Húzares y  luego
a la   de   Vencedores,   organizando  y  proporcionando    el  avituallamiento        
de  las  tropas,  atendiendo  a  los  soldados  heridos,  batiéndose  a tiro limpio  
bajo los  fuegos enemigos;    rescatando   a los heridos.
La Providencia   nos   ha   favorecido   demasiadamente       en estos combates. 
Doña Manuela   merece     un   homenaje    en particular       por    su conducta;
por lo que ruego a S.E. le otorgue el grado de Coronel del Ejército Colombiano.
                                               Dios guarde a su Excelencia,
                                                                        A.J. de Sucre.

            Le ruega que me otorgue el grado de Coronel del Ejercito Colombiano.
            Y me lo concede El Libertador Simón Bolivar, a mí, a Manuela Saenz!


Y esta carta que también le envía a El Libertador, al General Simón Bolivar
y  Presidente de la República de Colombia, y  fechada  23 de enero de 1825,
el entonces, Vicepresidente.                                Que dice además...( privado)
En Oficio del   9,   número 3,   que recibí   del Jefe del Ejército de Occidente,
fui notificado   de como marchan las cosas   por   esas   provincias   del  Sur, 
donde    el honor del ejército,  enaltecido   por la gloria de Ayacucho,   se ve
mancillado    por el infortunio  de las habladurías.
Su Excelencia    que   se precia    de ser   auspiciador    del  altísimo honor de
pertenecer   al    ejército colombiano,   permite   tamaño desatino   que,  si no
fuera   por oficio  de  mi conocimiento,   yo  omitiría  tal,  pensando   en  V.E.   
está  controlando.    Pero   mi asombro   vive   una verdadera y cruda realidad.
El   ejército  que no necesita   auspicios de huelga, recibe el aliento de su  Jefe
Supremo,   que premia   en conceder   un  alto rango      que   sólo   se obtiene   
con   el valor demostrado   en el rigor  del  combate. 
¿Ser   Coronel   del ejército colombiano  merece   la consideración   que  V.E.
le  está dando?  



Solicto a V.E. con el respeto  que le merezco,  a que  S.E. degrade a su amiga,
pues  que  actos de ascensión  como ese,   sólo perjudican   en política  a V.E.,
y   más   grave   aún,   en   lo castrense,   en recibir   el desfavor de ese cuerpo,
cuyos   hombres   ven   con repudio tan fácil concesión de hace más de un mes.
Si V.E.  considera   el   discutirlo personalmente, yo  lo espero   en Jucha,  con
el fin de   contribuir     al buen entendimiento     de los oficiales de este cuerpo
con    el    gobierno  y  con   V.E. 
Si  S.E.    no considera esta,  me veo   en la dignísima obligación    de enviarle,
en tiempo prudente,   otras,   tal vez   con   un carácter   más enérgico,  a fin de
consegur  de V.E.   su opinión   y hecho favorable en estos requerimientos, por salvaguardar   el honor   de nuestro querido Ejército.
Por lo demás,   cuente S.E.   con mi trabajo.
                                                                       Dios guarde a V.E. muchos años,
                                                                                                   F.P. Santander.

            MANUELA   destacando  frases de esa carta
            Le pide que   "degrade a su amiga "...
            " el honor del Ejército mancillado por las habladurías "...  
            "Su Excelencia permite tamaño desatino"

            Y continúa MANUELA: 
Ah!  Santander... mi enemigo   por la eternidad......
¡Pero tengo    la respuesta de Bolivar   a esa infamia!           Inmediatamente, 
a febrero  de 1825,  desde  el Cuartel de Lima,  le escribe   al Vicepresidente :

Ciertamente conozco de Usted. el apego a las leyes de la  disciplina militar,
que usted mismo me ayudó a perfeccionar. Yo le diré a usted que estas son rigurosamente ejecutadas y establecidas por todos los oficiales; esto y más,
¡la tropa no duda un momento en cumplirlas!





De donde quiera que usted haya   sacado   que mi influencia es el motivo de
que Manuela   sea ahora   Coronel del Ejército Colombiano,  no es más que
una    difamación   vil  y   despreciable        como ausente   de toda realidad.
Usted conoce ( a Manuela)  muy bien,  incluso sabe  de su comportamiento
 cuando algo no le encaja.       Usted conoce, tan bien como yo, de su valor,
como de su arrojo ante el peligro. 
¿ Qué quiere usted que yo haga? 
Sucre  me lo pide  por oficio,  el Batallón de Húzares  la proclama; 
la Oficialidad   se reunió  para proponerla, y   yo,  empalagado  por el triunfo         
y  por    su audacia,  le doy  ascenso,  sólo   con        el   propósito   de   hacer
justicia.        Yo le pregunto a usted,            ¿ Se cree usted más justo que yo? 
Venga   entonces     y   salgamos juntos   al campo de batalla, y  démosle a los inconformes   con el guante  del triunfo   en la causa del  Sur.
Sepa usted   que esta señora   no se ha metido nunca   en leyes  ni en actos que
"no sean   su fervor   por  la completa  Libertad   de los pueblos, de la opresión   
y  la canalla"  
¿Que la degrade?   ¿Me cree usted   tonto?     
Un  ejército   se hace   con  héroes   (en este caso   heroínas),   y    estos son el   
símbolo   del ímpetu,  con los que    los  guerreros   arrasan    a su paso   en las
contiendas  llevando   el estandarte de su valor.
Usted tiene razón   de que yo sea    tolerante   de las mujeres   a la retaguardia,
pero   yo le digo a usted   S.E. que  esto   es   una tranquilidad     para la tropa,   
un precio  justo   al conquistador    el que   su botín   marche   con él.
¿O acaso   usted olvidó   su tiempo? 
Yo   no soy   sin embargo   débil    ni temo a alguno   que no diga la verdad.
                                                                                          S.E. El Libertador
                                                                                                    Bolivar








            MANUELA   rememorando...
            Por años estuve releyendo estas dos cartas...
            Una... como ejemplo    de puñal venenoso...¡claro está!
            Y la de mi Simón, de El Libertador  ¡como   altisimo regalo   a mi honor!

Luché,   luchaba,  Sí!        ¡Y lucharé siempre por la Libertad de este Continente!
¡Y Coronela soy!  como dice  la palabra escrita   por   el General  Simón Bolivar:
             " ¡Sucre me lo pide por oficio...el Batallón de Húsares la proclama...
                ¡la Oficialidad   se reunió  para proponerla!
               ¿Que la degrade?     ¿Me cree Usted. tonto?       
               Un ejército se hace con héroes   ( en este caso con heroinas)   estos  son
               el símbolo   del  ímpetu   con que los guereros arrasan en las contiendas,                     llevando   el estandarte   de su valor!"

                        Nota de la autora de este Monólogo:  Pienso que la carta de Manuela
                        a petición de  O´Leary sobre el atentado  del 25 de setiembre de 1828
                        puede  ser  no obligatorio,  puede la actriz  saltarlo,   comentar partes...
                        Leerla  si,  es un relato histórico  sobre la vida de  nuestro Libertador!
                        Pero  pienso  que  para  un   Monólogo  en vivo     sería  muy largo...
                              ¡En todo caso  fotocopiar  y    repartir    entre el publico...digo yo!


            MANUELA  contándose  aquel  histórico día
           
Y   aquí   voy a recordar   mi Carta  a   O´Leary,  escrita   desde  mi corazón.

" Me pide Usted.  que le diga lo que presencié  el 25 de setiembre del año 28   
en  la   Casa   del  Gobierno bogotano.      El 25 a las seis me mandó a llamar
El Libertador,  que fuese a verlo.                Cuando entré estaba en baño tibio.
Me dijo que iba a haber una Revolución.
Le dije:  ¡Pueden haber,  en hora buena,  hasta diez!
¡Pues Usted da muy buena acogida  a los avisos! - me dice él  irónicamente-
Me hizo que le leyera durante el baño.         Desde que se acostó   se durmió profundamente,  sin más precaución   que su espada  y  pistolas.      Sin  más
guardia  que la de costumbre. Sin prevenir  ni al oficial de guardia ni a nadie.     



Contento  con lo que el Jefe de Estado Mayor o no sé lo que era. había dicho:   
 que no  tuviese cuidado,  que él respondía. 
( Este era   el   Coronel Guerra,  el mismo que dicen que dió   para esa noche,
santo  y  seña   y contraseña.    Y que,  a más, al otro día   andaba prendiendo
a todos,   hasta   que no sé quién... lo denunció).

Serían    las doce de la noche, cuando latieron  mucho dos perros de El Libertador,
y a más  se oyó un ruido extraño  que debe haber sido  al chocar con los centinelas    pero sin armas de fuego    por evitar ruido.
Desperté al Libertador, y  lo primero que hizo   fue tomar  su espada  y una pistola
y   tratar  de abrir la puerta.  Le contuve y le hice vestir, lo que verificó con mucha
serenidad y prontitud. 
Me dijo Bravo, vaya pues,   ya estoy vestido;   ¿y ahora  qué hacemos?
¿Hacernos fuertes?                 Volvió a querer abrir la puerta y lo detuve. 
Entonces,   se me ocurrió  lo que le había oído decir     al General un día:
¿Usted no dijo a Pepe Arias que esta ventana era muy buena para un lance de éstos? ¡Dices bien!   me dijo,   y fue a la ventana.
Yo impedí     el que se botase   pues pasaban gentes;  pero lo verificó  
cuando  no hubo gente,   y  porque   ya   estaban   forzando la puerta.
Yo fui    a encontrarme   con ellos   para darle tiempo  a que se fuese,
pero   no tuve  tiempo    para   verle saltar,   ni cerrar la ventana. 
Desde que me vieron     me agarraron  y me preguntaron:  ¿ Dónde está Bolivar?. 
Les dije   que en el Consejo,    que fue   lo primero   que se me ocurrió.         
Registraron  la primera pieza   con tenacidad,    pasaron   a  la segunda
y   viendo   la ventana abierta    exclamaron:       ¡Huyó; se ha salvado!
Yo les decía:    No señores,  no ha huído,   está   en el Consejo. 
¿Y por qué está abierta   esa ventana?. 
Yo la acabo de abrir   porque deseaba saber    qué ruido había. 
Unos me creían          y otros no.
Pasaron  al otro cuarto,  tocaron la cama caliente... ¡ y más se desconsolaron!




Por más que yo les decía que estuve acostada  en ella   esperando que saliesen
del Consejo...Y me llevaban a que les enseñase el Consejo  ( pues Usted  sabe
que siendo esa casa nueva, no conocían cómo estaba repartida, y el que quedó
a entrar   a enseñarles,   se acobardó,  según   se supo después) 
Yo les dije que sabía que había esa reunión, que la llamaban Consejo, a la que
iba   en las noches  El Libertador,  pero  que  yo no conocía el lugar. 
Con esto se enfadaron mucho  y  me llevaron con ellos,  hasta que encontré a  
Ibarra  herido;  y  él,  desde que me vió,  me dijo:    
¿Con que  han muerto  al Libertador?.
No, Ibarra;   El Libertador  vive.  Reconozco que ambos estuvimos imprudentes..
Entonces,   Zuláivar  a hacerme   nuevas preguntas.     No adelantando nada; me condujeron  a las piezas de donde me habían  sacado,  y yo me llevé al herido  y
lo  puse   en la cama del General.        
Dejaron centinelas en  puertas y ventanas, se fueron al oir pasos de botas herradas.
Me asomé a la ventana   y vi pasar al coronel Ferguson,  que venía a la carrera  de
la casa donde estaba curándose de la garganta.  Me vió con la luna, que era mucha; 
me preguntó por  El Libertador y yo le dije que no sabía de él ni podía decirle más
por los centinelas;  pero   le previne   que no entrara   porque lo matarían.
Me contestó   que moriría   llenando su deber. 
A poco oí un tiro:  este fue   el pistoletazo  que le tiró Carujo, y demás  un sablazo
en la frente y el cráneo. 
Fui a llamar al cuarto de Fernando Bolivar  que estaba enfermo, lo saqué y lo llevé
a meter el cuerpo de Ferguson,  pues yo lo creía vivo; lo puse  en el cuarto de José
que estaba de gravedad enfermo; si no, muere; porque él se habría puesto al peligro.
Subí a ver a los demás,  cuando llegaron   los generales  Urdaneta,  Herrán  y otros
a preguntar por el General;   entonces,   les dije   lo que había ocurrido.
Y lo más gracioso de todo    era que me decían: "¿Y a dónde se fue?"  cosa que  ni
el mismo Libertador  sabía a dónde iba.
Por no ver curar a Ibarra me fui a la Plaza, y allí encontré a El Libertador  a caballo,
con   Santander  y Padilla,   entre mucha tropa   que avivaba al Libertador.
Cuando regresé a la casa me dijo:   ¡Tú eres la Libertadora del Libertador!.   .



El Libertador se cambió de ropa   y quiso dormir algo,  pero no pudo;  porque
a cada  rato me preguntaba algo  sobre lo ocurrido y me decíaNo me diga más...
Yo callaba   y   él volvía a preguntar,   y   en esta alternativa,   amaneció
Don Pepe Paris   les dijo:   ¡Y   a este hombre   venían  ustedes  a matar! 
Y contestó Hormet:   " era   al poder   y   no  al hombre". 
Dicen  que  el General  les aconsejó a los conjurados  que no dijesen a sus jueces
que traían   el plan para matarlo. 
Pero   que ellos decían   que habiendo ido  a eso   no podían negarlo. 

Hay otras tantísimas pruebas, que dió el General  de humanidad,  que sería
de nunca acabar.        Su primera opinión    fue el que se perdonase a todos.
Pero usted sabe que  para esto  tenía que habérselas  con el general  Urdaneta  
y   con Córdoba,   que eran unos   de los que entendían   en estas causas.
Lo que si no podré dejar   en silencio fue   que el Consejo había sentenciado a muerte
a todo el que entró en palacio,  y así que,  excepto Zuláivar, Hormet y Azuerito,  que
se confesaron con valor   como héroes de esta conspiración, los demás todos negaron.
Y por eso   dispusieron   presentármelos   a mí,   a que   yo dijese   si los   había visto. 
Por esto El Libertador se puso furioso. "Esta señora- dijo- jamás   será el instrumento
de muerte   ni la delatora   de desgraciados ".
           
Entraron   puñal en mano   y   con un cuero   guarnecido de pistolas   al pecho. 
Puñal traían todos,   pistolas también;   pero más creo   que tenían Zuláivar y Hormet.  Entraron con farol grande,   con algunos artilleros   de los reemplazos   del Perú....
Estos  señores no entraron tan serenos,  pues   no repararon    ni en una pistola que yo puse sobre una cómoda,  ni en la espada   que estaba arrimada, y además en el sofá del cuarto   había una fuerza de pliegos cerrados   y no los vieron.
Cuando   se fueron los escondí   debajo de la estera.
El Libertador se fue con una pistola y con el sable que no sé quién le había regalado de Europa.  Al tiempo de caer en la calle   pasaba su repostero y lo acompañó. 
El General   se quedó en el río   y mandó a éste   a saber   cómo anclaban  los cuarteles.    




Con el aviso que le llegó,  salió  y fue para el Vargas. 
Lo demás,   usted lo sabe mejor que yo,  sin estar presente;   
que si llegá a estar,   yo sé   que usted    habría muerto.
No se puede decir más,  sino que la Providencia salvó al Libertador, pues nunca estuvo más solo. No había más edecanes   que Fergusson e Ibarra, ambos   enfermos en cama:: el uno en la calle  y el otro en casa,  y  el coronel Bolivar   donde el general Padilla.  Nuestro José,   muy malo;  don Fernando enfermo;  la casa era un hospital.
De modo que,  tantos escapados de la muerte fue,  por El Libertador.

Infinitas cosas referiría a usted de este género, y las omito por no ser más larga, asegurándole a usted que en lo principal   no fui yo más que   el instrumento de
la magnanimidad del Gran Bolivar.                                                                                                                                                     Manuela Saenz




Aquí  seguimos  con  el  Monólogo de  MANUELA

            MANUELA   al repensar lo sucedido
Venzo de ser vengativa en grado sumo. ¿ Cómo perdonar?   
Si Simón hubiese escuchado a esta su amiga, que sí lo fue,
otra cosa habría sido    ¡no habría quedado mico con cola!. 
Creo   en esa   obligación   de dar su merecido   a quienes
faltaron  a la  lealtad   al  El Libertador   y  a la República,
y   a algunos   que burlaron   la gratitud   para con él.  

El recordar estas cosas me ayuda a soltar mi mala sangre y,    
al mismo tiempo  de lo que me hallo muy complacida, porque
logré retener    ¡me salí con la mía!  ¡tengo los archivos y  los
documentos   más   importantes   del   General Bolivar!  



Esos...no lograron    destruir   lo que es   más sagrado para mí.
            Pude   describirle  a O´Leary    con mucho detalle,  yo,
La   Libertadora  de  El Libertador,      yo,   Manuela    Saenz, 
este atentado  a Simón Bolivar  en  Bogotá,  nada  menos  que
en la   Casa de Gobierno,   el día  25 de setiembre  del año 28.  
Y mis pensamientos   al respecto.
            MANUELA  en otro  tono
Allá   en Paita   me leía yo  El Quijote...y de sus páginas salían evocaciones
Como   las de   aquel   agudo   hombre...tratando   de desbaratar   un molino
¡Así  hizo   Simón,   y  fue cayendo   con el peso    de   su  propia  armadura!.
Una y una más, se lo advertía, que no permitiera la subida de Santander.
 ¡Pero... qué?    Se enfadaba conmigo...

¡Qué contraste Manuela! 
De reina de la Magdalena        a esta vida de privaciones. 
De Caballeresa del Sol            a matrona  y confitera.
De Soldado Húzar                   a suplicante.
De Coronel del Ejército           a encomendera

            MANUELA  sintiéndose   íngrima y  sola
Y aquí   sigo reflexionando   sobre    lo que fue   mi vida...
¡Yo tuve  razones   muy   poderosas   para unirme a él,   a mí Simón Bolivar!.
Convicción de patriota,   juntos  a costa de todo.      Mi firmeza y mi carácter,   
debido a que  estaba  convencida de que   Simón  sería el único en la Historia
del Mundo,   único  como  El  Libertador de una   Nación Grande y Soberana.
¡Y éramos   muchos los que así pensábamos!                 ¡Y todavía pensamos!
Yo no parecía  una mujer,   era una loca por la Libertad   ¡que era su doctrina!. 
Iba armada  hasta los dientes,   entre choques   de bayonetas,  salpicaduras de
sangre,  gritos feroces  de arremetidos,   gritos   con denuestos  de los heridos
y  moribundos;   silbidos   de balas.  Estruendo  de cañones.




Me maldecían   pero   me cuidaban. 
Sólo el verme   entre el fragor   de la batalla,  les enervaba la sangre.
¡Y triunfábamos! 
            MANUELA  reviviendo esos momentos         
¡Cómo recuerdo a aquel soldado nuestro!
Mi Capitana - me dijo el indio-  por usted     se salvó la Patria.
Lo miré y vi un hombre con la camisa desecha, ensangrentada.
Lo que   debieron   ser    sus pantalones   le llegaban  hasta las
rodillas sucias   Sus pies tenían  el grueso callo  de los hombres   
que   no pudieron usar alpargatas         
¡Pero era   un hombre feliz    porque era libre!  
¡Ya  nunca más  sería  esclavo!.
¡Bolivar!    ¡Bolivar, cómo te amamos!
Dificil sería  significar   por  qué   me jugué la vida unas diez veces.
¿Por la Patria libre? ¿Por Simón ? ¿Por la gloria?   ¿Por mí misma?
El vivía   en otro siglo   fuera del suyo.            ¡Sí, él  no era del 19!
¡Símon,  no hizo otra cosa   que dar!  ¡No hizo nada   nada  para él!
Vivía   en otro mundo,   muy fuera   del suyo.
                                                                                 Y  Manuela igual, no?  digo yo...

            MANUELA  soñadora
Hoy    se me hace   preciso     recordar todo esto...por    la ansiedad.
Sé   que vendrás a buscarme  pronto      ¡quizás   esta misma noche!.
Estuve sentada    frente a la hamaca   que se  está quieta,     
como si  esperara  a  su dueño.               El aire también está quieto.
Los árboles   están   como pintados.

Casi  que puedo  oler  las violeticas  que un día me trajistes de Pativilca,
me dijiste    que eran como yo, muy delicadas,  bellas       y perfumadas.





Sí!  tu amor sigue aquí en mi corazón,   y mis pensamientos   y mi amor
por   tí,  ¡están contigo    en esta   eternidad!.        Hoy   es lo que pienso
Hace poco   te dije gritando   
¡Escúchame     mi amado Simón,   hoy es    22   de  noviembre de 1856!    
¡Mañana          me toca morir    de esta peste      que me rodea!
¡Con  qué rabia  me he pasado   todos estos 26 años.   ¡Sobreviviéndote!
¡No es   que acepté la muerte!  ... como alguien   escribió por ahí!   ¡No!
¡Es  que   detestaba   seguir aquí     sin tí!

Pero  Simón...ya casi  se me olvidaba  recordar  la emoción que sentí al leer
un poema titulado..."Lo que dice  una mujer vieja  en un puerto   del Pacífico"
Lo dice así,   según  él  que  yo decia... aquel  gran poeta   William   Ospina.  
.

Nadie podría reconocerme sino uno...
Ese   que llega   cuando estoy sola   al atardecer,    en el balcón ruinoso...
mirando al SOL  que se apaga   en torbellinos   de amaranto y de sangre...
Ese    que me susurra al oído  "Manuela"...        y hace  correr mi sangre   
otra vez joven    por mis venas...                              y   que   al volverme...
es vasto como al atardecer, porque está junto a mí  y me sacia de orgullo...
¡Ese   que viene a decirme  que sólo es nuestro
lo que no podemos perder...lo que impregnó  de orgullo           cada fibra...
un alto sueño        de un día       altivamente                   llevado   y vivido...
altivamente   sostenido              contra la tempestad,        contra el mundo!
                                ¿Será que aquel  poeta pudo adivinarnos?
                                  A tí...mi Simón...  y a mí...  tu Manuela...








            MANUELA  enamoradísima
¡Lleno están   mi corazón,     mi mente,   mi cuerpo     de ese inmenso  amor!
¡Desde   el primer momento                               en que te ví    a tí,   mi Señor!
Y además, segura estoy de que dónde tú estés...también   me estás queriendo,
como   aquel primer día...     ¡en que nos volvimos a ver...  por fin...de nuevo!
¡Porque estamos seguros      ¡de  que ya   nos conocíamos de vidas anteriores!

¿Y    por qué   estoy aquí?                             ¡íngrima y sola...esperándote! 
¿Serán  muchos más días?
Cuántos atardeceres         sintiéndote cerca,  sintiendo  como  me acariciabas
con esos  rojísimos  rayos de   Sol     que  me envías     cual  ideas dibujadas
Muy    de vez en cuando   te dejaban venir a verme,   lo sé,        
muy    de vez  en cuando   podía  percibir   yo   tu cercanía...
¡y  hacías sentirme de nuevo viva!
¡Será   hasta mañana mi  Simón,   José  Antonio   de la   Santísima Trinidad!
Volveremos   a encontrarnos                   y  sentiremos    las mismas delicias.

Segura estoy  que estás pensando,  igual que antes   
cuando,   sólo  mi recuerdo             desde tan lejos...
avivaba  la emoción de tu corazón...
Imagínate la brisa   con mi perfume,   cuando alce         
de nuevo   mis brazos   y me rodees con tu cuerpo.          ¡Tú sabes cómo te amo!. 
Nosotros  dos   existimos para darnos amor,   para deleitarnos sólo estando cerca.  
Yo sé  que estás preparándote a venir a buscarme                                  ¡Vente ya!
           
 
           







Hoja    para ser entregada   a los que vengan a presenciar el Monólogo.
            Veamos  como fue    el primer momento,                en esta vida,       
            de estos dos locos de amor y de pasión por alcanzar la Libertad
            de    todo    un    Continente,   el   nuestro   ¡Nuestra    América!

            Ocho años de amor apasionado
            Comienzan desde el primer encuentro.
            ¿Qué ve Simón en Manuela?  
            La ruborizada   belleza    de aquella   mujer   
            con   los dos   brazos   extendidos   hacia él.  
            ¿Qué ve Manuela  en Simón?    
            El   magnífico   dueño        de aquellos  ojos  
            tan  negros    que   le sonríen       taladrantes.
            La luz del Sol     produce la magia necesaria
            para que Manuela  sea la dama que encienda
            el corazón   del guerrero   de     mil   batallas.
            La luz de la Luna baila  con ellos  esa  noche.
            El es  para Manuela                    El Esperado.
            ¿Será   que  a la primera mirada   recordaron
            un interrumpido    y   revolucionario diálogo
            en alguna  Tierra    de  adoradores   del  Sol?

La última página  y este poema son   de la autoría de la recopiladora      
de los textos   para este   MONOLOGO   DE   MANUELA SAENZ.                     
Las descripciones  sobre  ella,   que  va  enumerando  son auténticas
de variados  historiadores, cronistas, admiradores  y    un gran poeta
que dejaron  para   la posteridad    sus testimonios...          
la mayoría   de   ellos   de  Nuestra América...              
Las cartas    son auténticas.                      
                                                              Monica Chalbaud.  

                                                                     11.05.2011.

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