MONOLOGO DE MANUELA
SAENZ
MANUELA
SAENZ: íngrima y sola
Frente a este mar y este cielo monumental intento encontrar respuesta
en la luz del atardecer que tan indecisa va pasando de dorado a violeta. .
¿Cómo será que fui realmente yo...aquella Manuelita Saenz?
Aquella a la que quisieron rodear
de sombras, borrar su verdad histórica.
Aquella a la que en vida quisieron esconder en un manto de ignominia...
de mentiras...de injurias...
Aquella contra la que se confabularon para que
yo no fuera recordada.
Aquella, creo yo que, sin embargo, relumbrará en toda nuestra América.
Porque es que, un contemporáneo
mío, Duarte, me ha descrito hermosa y
de inmensos ojos negros, luminosos
e irresistibles y de redondas caderas
¡Sí! Y de vida airosa!
Y Victor, el autor cuenta que yo,
Manuela, paseaba a caballo por las calles
vestida con uniforme de Húzar y
acompañada por fantásticas esclavas.¡Sí!
Mis maneras y mi lenguaje eran extravagantes, imprudentes e impetuosos.
Se escandalizaban algunos al ver a
una dama vestida con uniforme militar...
Ya que para algunos... ¡eso era una afrenta y una barbaridad!
Y mucho más si "la Manuela" arengaba a la
tropa, personalmente,
sobre su corcel,
¡espada en mano y con sendas pistolas en la cintura!
En Bogotá, un insigne físico francés, Jean Baptiste, a
quien conocí y traté,
escribió que...Era bella, algo
gruesa, de ojos negros, de tez sonrosada sobre
fondo blanco...Que yo,
Manuela, tenía hermosísimos senos, cabello negro,
bellos dedos ...Que era yo alegre, y de
risa fresca...
Y llegó a decir este señor francés, que yo era ¡leal hasta la muerte!
MANUELA sigue
diciendo...
Ahora que salí de esta absurda e injustificadamente larga vida. ¡Díganme!
¿Por qué
viví, 26 años más que él?
¡Se imaginan! ¿Cómo para
qué?
Ahora puedo recorrer con toda libertad...este Continente Y leer.. ¡Sí!.
Leer, yo Manuela, lo que muchos han escrito sobre mi
apariencia física.
A ver si recuerdo a este otro, Juan Francisco en sus "Reminiscencias"
él
dedica varias páginas a decir que me conoció cuando yo tenía 24 años,
y era yo, de cabello negro y ensortijado...con los
ojos atrevidos, brillantes.
Y que mi
tez era blanca como la leche y encarnada como las rosas
Mi dentadura bellísima...
Que era yo de estatura regular, y agrega
¡de muy buenas formas!
Que era yo de extremada viveza...
Que era yo generosa con los
amigos y caritativa con los pobres
Que yo era valerosa, sabía manejar la espada y la pistola,
sigue diciendo
Juan Francisco...Que montaba muy
bien a caballo... iba vestida de
hombre,
de pantalón rojo, ruana negra de terciopelo, yo llevaba la cabellera suelta,
mis rizos se desataban por la espalda, debajo de un sombrerito con plumas
¡Cosa que hacía resaltar mi figura
encantadora!
Y también usaba a veces una
capita de paño azul, galoneada, y sombrero
negro de ala tendida y copa
baja! Dígo yo...¡el hombre me
detallaba!
¡Pero no era el único que me miraba, no!
Recuerdo también a
Próspero...quien refiriéndose a mí, escribió, y ahora,
lo pude leer:...Que mi rostro era color
perla...ligeramente grueso y ovalado...
de facciones salientes todas
bellas...¡ojos arrebatadores! ¡donosísimo
seno!
Y amplia cabellera, suelta y
húmeda, como empapada en
reciente baño,
la cual ondulaba sobre la rica, odorante, vaporosa bata que cubría mis
muy
bien repartidas formas ... ¡Pero qué
atrevido!
Y es que me he vuelto curiosa, y leo, después de tantísimos años, y de Paita
todo lo que
han escrito...sobre aquella Manuela... ¡Y me encanta!
¡Tanto como fui criticada! Ah! ¡Pero, cómo me detallaban!.
¡Se ve que mucho les llamaba la
atención, que cabalgara a manera de
hombre!
Un tal Doctor José
describió con maestría, compilando de un escritor peruano,
que no nombra... ¡En brioso corcel escoltada por lanceros de la Gran Colombia,
y que vestía dorman rojo con
brandeburgo de oro...y pantalón blanco!
Y también dice que dicen que yo Manuela,
era mujer fuerte, que sabía dominar
mis nervios, que aparecía serena y enérgica en medio de las balas!
Y de
espadas tintas en sangre... o del afilado
puñal de los
asesinos.
Ese mismo doctor e historiador señala lo que otros dos granadinos, cronistas
de aquella época dejaron para la posteridad, al decir ellos que yo...Manuelita
¡Y Sí! que me presentaba con frecuencia a caballo,
vestida de oficial y seguida
de dos esclavas negras, y que ellas se llamaban Nathan y Jonatas. ¡Pues, Sí!
Ellas quedaron junto a mí,
fieles a mí, todos aquellos años de Paita.
Y sigue contando él, que
yo espada en mano, y las negras con lanzas, salimos
en 1830, la víspera del Corpus.. y que
irrumpimos entre la muchedumbre, allá
en
la Plaza Mayor...y atropellamos los guardias...¡y es que fuimos a desbaratar
los castillos de pólvora en los que habían figuras caricaturescas del Libertador!
Claro que no
todas las descripciones ...también leí
algunas ¡que bueno, pues!
como las de éste escritor Uslar, no es que me
alabara mucho, pero al final termina diciendo...Es la perfecta
estampa del otoño de una mujer acostumbrada
a ser hermosa
e imperativa. Ajá!
Y este otro escritor, Ricardo, dice en sus Tradiciones Peruanas, que me conoció
a Manuela Saenz, en el puerto de Paita en 1856, y señala
que fue en
mis días postreros. Y así me describe: Con la majestad de una reina sobre su trono estaba
una anciana que me pareció
representar sesenta años a lo sumo...Detalla él
que yo vestía pobremente, pero que se
adivinaba que había usado en mejores tiempos, gross, raso y terciopelo.
Dice de mí, que yo era una señora de
ojos brillantes y animadísimos,
en los
que aparecía reconcentrado el resto del fuego
vital que aún me
quedaba
Y sigue él comentando lo que vió en mí... En el acento de la señora había
algo
de mujer superior acostumbrada al mando y a hacer imperar su voluntad.
Dice él, que yo
era el perfecto tipo de mujer altiva...
que mi palabra era fácil,
correcta y nada presuntuosa,
y que dominaba
la ironía.
Estoy convencida, yo Manuela,
que fui una mujer interesante,
de rasgos hermosos y de personalidad avasallante.
Es que desde mi infancia hasta la muerte luché por mi
identidad, y, por lo que
yo consideraba justo. Con sentido de Patria, pero de
Patria Continental.
Y es que, a
la pregunta que me hago a mí
misma
¿Quién era yo; aquella... Manuela Saenz?
Pues, del
tesoro de mi memoria respondo con lo que iba sacando
de aquel cofre
en Paita, y que tantas
veces releía, conmovida.
Como aquella carta
del 28 de
setiembre de
1823, firmada por
mi Simón El
Libertador al Coronel O´Leary. En la que le dice
"En vista de la necesidad que acontece a estos tiempos, pido a usted
se sirva ejecutar los arreglos
necesarios; dándosele a la distinguida
dama
doña Manuela Saenz los pormenores de la Secretaría, Archivo General,
más documentos de la campaña del
Sur; para que trasladados a la quinta
La Magdalena, se organice su incorporación al Estado Mayor
General
de la Campaña Libertadora, y con
el rango de Húsar".
Yo, Manuela, tenía rango de Húsar, por eso me ponía aquel uniforme
Y esta otra carta
que le envió desde
Ayacucho, Antonio José de Sucre,
desde el frente de batalla, en diciembre de 1824...a S.E. El Libertador
de Colombia, Simón Bolivar, que dice: Tengo la satisfacción de participar
a S.E. de los
combates librados en Ayacucho, que han servido
para
engrandecer las glorias de las
armas colombianas, dando a S.E. los
detalles
de los sucesos que han precedido al triunfo de las divisiones a mi mando.
Se ha destacado particularmente
doña Manuela Saenz por
su valentía; incorporándose desde el
primer momento a la división de Húzares
y luego
a la de Vencedores,
organizando y proporcionando
el
avituallamiento
de
las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio
bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos.
La Providencia nos ha
favorecido demasiadamente en estos combates.
Doña Manuela merece un homenaje
en particular por su conducta;
por lo que ruego a S.E. le otorgue
el grado de Coronel del Ejército Colombiano.
Dios
guarde a su Excelencia,
A.J. de Sucre.
Le
ruega que me otorgue el grado de Coronel del Ejercito Colombiano.
Y
me lo concede El Libertador Simón Bolivar, a mí, a Manuela Saenz!
Y esta carta que también le envía a
El Libertador, al General Simón Bolivar
y
Presidente de la República de Colombia, y fechada
23 de enero de 1825,
el entonces, Vicepresidente. Que dice además...( privado)
En Oficio del 9, número
3, que recibí del Jefe del Ejército de Occidente,
fui notificado de como marchan las cosas por esas
provincias del Sur,
donde el honor del ejército, enaltecido por la gloria de Ayacucho, se ve
mancillado por el infortunio de las habladurías.
Su Excelencia que se
precia de ser auspiciador del altísimo
honor de
pertenecer al ejército colombiano, permite tamaño desatino que, si no
fuera por oficio de mi
conocimiento, yo omitiría tal,
pensando en V.E.
está controlando.
Pero mi asombro vive una
verdadera y cruda realidad.
El ejército que no necesita auspicios de huelga, recibe el aliento de
su Jefe
Supremo, que
premia en conceder un alto rango que sólo se
obtiene
con el valor demostrado en el rigor del combate.
¿Ser Coronel
del ejército colombiano merece la consideración que V.E.
le está dando?
Solicto a V.E. con el respeto que le merezco, a que S.E.
degrade a su amiga,
pues que actos
de ascensión como ese, sólo perjudican en política a V.E.,
y más grave
aún, en lo
castrense, en recibir el desfavor de ese cuerpo,
cuyos hombres ven con
repudio tan fácil concesión de hace más de un mes.
Si V.E. considera el discutirlo
personalmente, yo lo espero en Jucha, con
el fin de contribuir al
buen entendimiento de los oficiales
de este cuerpo
con el gobierno
y con V.E.
Si
S.E. no considera esta, me veo en la dignísima obligación de enviarle,
en tiempo prudente, otras,
tal vez con un
carácter más enérgico, a fin de
consegur de V.E.
su opinión y hecho favorable en estos requerimientos,
por salvaguardar el honor de nuestro querido Ejército.
Por lo demás, cuente S.E. con mi trabajo.
Dios
guarde a V.E. muchos años,
F.P. Santander.
MANUELA destacando
frases de esa carta
Le
pide que "degrade a su amiga
"...
"
el honor del Ejército mancillado por las habladurías "...
"Su
Excelencia permite tamaño desatino"
Y
continúa MANUELA:
Ah!
Santander... mi enemigo por la
eternidad......
¡Pero tengo la respuesta de Bolivar a esa infamia! Inmediatamente,
a febrero de 1825, desde el
Cuartel de Lima, le escribe al Vicepresidente :
Ciertamente conozco de Usted. el
apego a las leyes de la disciplina
militar,
que usted mismo me ayudó a
perfeccionar. Yo le diré a usted que estas son rigurosamente ejecutadas y
establecidas por todos los oficiales; esto y más,
¡la tropa no duda un momento en
cumplirlas!
De donde quiera que usted haya sacado que mi influencia es el motivo de
que Manuela sea ahora Coronel del Ejército Colombiano, no es más que
una difamación vil y despreciable como
ausente de toda realidad.
Usted conoce ( a Manuela) muy bien, incluso sabe de su comportamiento
cuando algo no le encaja. Usted
conoce, tan bien como yo, de su valor,
como de su arrojo ante el
peligro.
¿ Qué quiere usted que yo
haga?
Sucre me lo pide por oficio,
el Batallón de Húzares la
proclama;
la Oficialidad se reunió para proponerla, y yo, empalagado
por el triunfo
y por su audacia, le doy ascenso,
sólo con el propósito
de hacer
justicia. Yo le pregunto a usted, ¿ Se cree usted más justo que
yo?
Venga entonces y salgamos juntos al
campo de batalla, y démosle a los
inconformes con el guante del triunfo en la
causa del Sur.
Sepa usted que esta señora no se ha metido nunca en leyes ni en actos que
"no sean su fervor por la
completa Libertad de los pueblos, de la opresión
y la canalla"
¿Que la degrade? ¿Me cree usted tonto?
Un ejército se hace con héroes
(en este caso heroínas), y estos
son el
símbolo del ímpetu, con los que los guerreros
arrasan a su paso en las
contiendas llevando
el estandarte de su valor.
Usted tiene razón de que yo sea tolerante de las mujeres a la retaguardia,
pero yo le digo a usted S.E. que esto es
una tranquilidad para
la tropa,
un precio justo al
conquistador el que su botín marche con él.
¿O acaso usted olvidó su tiempo?
Yo no soy sin embargo débil ni temo a alguno que no diga la verdad.
S.E. El Libertador
Bolivar
MANUELA rememorando...
Por
años estuve releyendo estas dos cartas...
Una...
como ejemplo de puñal venenoso...¡claro
está!
Y
la de mi Simón, de El Libertador ¡como altisimo regalo a mi
honor!
Luché, luchaba, Sí! ¡Y lucharé siempre por la Libertad de
este Continente!
¡Y Coronela soy! como dice la palabra escrita por el
General Simón Bolivar:
" ¡Sucre me lo pide por oficio...el Batallón
de Húsares la proclama...
¡la Oficialidad se reunió para proponerla!
¿Que la degrade? ¿Me
cree Usted. tonto?
Un ejército se hace con héroes ( en este caso con heroinas) estos son
el símbolo del
ímpetu con que los guereros
arrasan en las contiendas, llevando el estandarte de su valor!"
Nota
de la autora de este Monólogo: Pienso
que la carta de Manuela
a
petición de O´Leary sobre el atentado del 25 de setiembre de 1828
puede ser no
obligatorio, puede la actriz saltarlo,
comentar partes...
Leerla si, es
un relato histórico sobre la vida
de nuestro Libertador!
Pero pienso
que para un Monólogo
en vivo sería
muy largo...
¡En todo caso fotocopiar
y repartir entre
el publico...digo yo!
MANUELA contándose
aquel histórico día
Y aquí voy a recordar mi Carta a O´Leary,
escrita desde mi
corazón.
" Me pide Usted. que le diga lo que presencié el 25 de setiembre del año 28
en la Casa
del Gobierno bogotano. El 25 a las seis me mandó a llamar
El Libertador, que fuese a verlo. Cuando entré estaba en baño
tibio.
Me dijo que iba a haber una
Revolución.
Le dije: ¡Pueden haber, en hora buena, hasta diez!
¡Pues Usted da muy buena acogida a los avisos! - me dice él irónicamente-
Me hizo que le leyera durante el
baño. Desde que se acostó se durmió profundamente, sin más precaución que su espada y pistolas. Sin más
guardia que la de costumbre. Sin prevenir ni al oficial de guardia ni a nadie.
Contento con lo que el Jefe de Estado Mayor o no sé lo que era. había dicho:
que no tuviese
cuidado, que él respondía.
( Este era el Coronel
Guerra, el mismo que dicen que dió para esa noche,
santo y seña y contraseña. Y que, a más, al otro día andaba prendiendo
a todos, hasta que no
sé quién... lo denunció).
Serían las doce de la noche, cuando latieron mucho dos perros de El Libertador,
y a más se oyó un ruido extraño que debe haber sido al chocar con los centinelas pero sin armas de fuego por evitar ruido.
Desperté al Libertador, y lo primero que hizo fue tomar su espada y una pistola
y
tratar de abrir la puerta. Le contuve y le hice vestir, lo que verificó
con mucha
serenidad y prontitud.
Me dijo: Bravo, vaya pues, ya estoy vestido; ¿y ahora qué hacemos?
¿Hacernos fuertes? Volvió a querer abrir la puerta y lo
detuve.
Entonces, se me
ocurrió lo que le había oído decir al General un día:
¿Usted no dijo a Pepe Arias que
esta ventana era muy buena para un lance de éstos? ¡Dices bien! me dijo, y fue a la ventana.
Yo impedí el que
se botase pues pasaban gentes; pero lo verificó
cuando no hubo gente, y porque
ya estaban forzando la puerta.
Yo fui a
encontrarme con ellos para darle tiempo a que se fuese,
pero no tuve tiempo para verle
saltar, ni cerrar la ventana.
Desde que me vieron me
agarraron y me preguntaron:
¿ Dónde está Bolivar?.
Les dije que en el Consejo, que fue lo primero que se me ocurrió.
Registraron la primera pieza con tenacidad, pasaron
a la segunda
y viendo la ventana abierta exclamaron: ¡Huyó; se ha salvado!
Yo les decía: No señores, no ha huído, está en
el Consejo.
¿Y por qué está abierta esa ventana?.
Yo la acabo de abrir porque deseaba saber qué ruido había.
Unos me creían y
otros no.
Pasaron al otro cuarto, tocaron la cama caliente... ¡ y más se desconsolaron!
Por más que yo les decía que estuve
acostada en ella esperando que saliesen
del Consejo...Y me llevaban a que
les enseñase el Consejo ( pues Usted sabe
que siendo esa casa nueva, no
conocían cómo estaba repartida, y el que quedó
a entrar a enseñarles,
se acobardó, según se
supo después)
Yo les dije que sabía que había esa
reunión, que la llamaban Consejo, a la que
iba en las noches El Libertador, pero que yo
no conocía el lugar.
Con esto se enfadaron mucho y me
llevaron con ellos, hasta que encontré a
Ibarra herido;
y él, desde que me vió, me dijo:
¿Con que han muerto al Libertador?.
No, Ibarra; El Libertador vive. Reconozco
que ambos estuvimos imprudentes..
Entonces, Zuláivar a hacerme nuevas preguntas. No adelantando nada; me condujeron a las piezas de donde me habían sacado,
y yo me llevé al herido y
lo puse en
la cama del General.
Dejaron centinelas en puertas y ventanas, se fueron al oir pasos de
botas herradas.
Me asomé a la ventana y vi pasar al coronel Ferguson, que venía a la carrera de
la casa donde estaba curándose de
la garganta. Me vió con la luna, que era
mucha;
me preguntó por El Libertador y yo le dije que no sabía de él
ni podía decirle más
por los centinelas; pero le
previne que no entrara porque lo matarían.
Me contestó que moriría llenando su deber.
A poco oí un tiro: este fue el pistoletazo que le tiró Carujo, y demás un sablazo
en la frente y el cráneo.
Fui a llamar al cuarto de Fernando
Bolivar que estaba enfermo, lo saqué y
lo llevé
a meter el cuerpo de Ferguson, pues yo lo creía vivo; lo puse en el cuarto de José
que estaba de gravedad enfermo; si
no, muere; porque él se habría puesto al peligro.
Subí a ver a los demás, cuando llegaron los
generales Urdaneta, Herrán y
otros
a preguntar por el General; entonces,
les dije lo que había ocurrido.
Y lo más gracioso de todo era
que me decían: "¿Y a dónde se fue?" cosa que ni
el mismo Libertador sabía a dónde iba.
Por no ver curar a Ibarra me fui a
la Plaza, y allí encontré a El Libertador a caballo,
con Santander y Padilla, entre
mucha tropa que avivaba al Libertador.
Cuando regresé a la casa me dijo: ¡Tú eres la Libertadora del Libertador!. .
El Libertador se cambió de ropa y quiso dormir algo, pero no pudo; porque
a cada rato me preguntaba algo sobre lo ocurrido y me decía: No
me diga más...
Yo callaba y él
volvía a preguntar, y en esta alternativa, amaneció
Don Pepe Paris les dijo:
¡Y a
este hombre venían ustedes a matar!
Y contestó Hormet: " era al poder y no al hombre".
Dicen que el
General les aconsejó a los conjurados que no dijesen a sus jueces
que traían el plan para matarlo.
Pero que ellos decían que habiendo ido a eso no
podían negarlo.
Hay otras tantísimas pruebas, que
dió el General de humanidad, que sería
de nunca acabar. Su
primera opinión fue el que se
perdonase a todos.
Pero usted sabe que para esto tenía que habérselas con el general Urdaneta
y con Córdoba, que
eran unos de los que entendían en estas causas.
Lo que si no podré dejar en silencio fue que el Consejo había sentenciado a muerte
a todo el que entró en palacio, y así que, excepto Zuláivar, Hormet y Azuerito, que
se confesaron con valor como héroes de esta conspiración, los demás
todos negaron.
Y por eso dispusieron presentármelos a mí, a que yo
dijese si los había visto.
Por esto El Libertador se puso
furioso. "Esta señora- dijo- jamás será el instrumento
de muerte ni la delatora de desgraciados ".
Entraron puñal
en mano y con un cuero guarnecido de pistolas al pecho.
Puñal traían todos, pistolas también; pero más creo
que tenían Zuláivar y
Hormet. Entraron con farol grande, con algunos artilleros de los reemplazos del Perú....
Estos señores no entraron tan serenos, pues no
repararon ni en una pistola que yo
puse sobre una cómoda, ni en la espada que estaba arrimada, y además en el sofá del
cuarto había una fuerza de pliegos
cerrados y no los vieron.
Cuando se fueron los escondí debajo de la estera.
El Libertador se fue con una
pistola y con el sable que no sé quién le había regalado de Europa. Al tiempo de caer en la calle pasaba su repostero y lo acompañó.
El General se quedó en el río y mandó a éste a saber cómo anclaban los cuarteles.
Con el aviso que le llegó, salió y
fue para el Vargas.
Lo demás, usted
lo sabe mejor que yo, sin estar
presente;
que si llegá a estar, yo sé que usted habría muerto.
No se puede decir más, sino que la Providencia salvó al Libertador,
pues nunca estuvo más solo. No había más edecanes que Fergusson e Ibarra, ambos enfermos en cama:: el uno en la calle y el
otro en casa, y el coronel Bolivar donde el general Padilla. Nuestro José, muy malo; don Fernando enfermo; la casa era un hospital.
De modo que, tantos escapados de la muerte fue, por El Libertador.
Infinitas cosas referiría a usted
de este género, y las omito por no ser más larga, asegurándole a usted que en
lo principal no fui yo más que el instrumento de
la magnanimidad del Gran Bolivar. Manuela Saenz
Aquí seguimos con el
Monólogo de MANUELA
MANUELA al repensar lo sucedido
Venzo de ser vengativa en grado
sumo. ¿ Cómo perdonar?
Si Simón hubiese escuchado a esta
su amiga, que sí lo fue,
otra cosa habría sido ¡no
habría quedado mico con cola!.
Creo en esa obligación de dar su merecido a quienes
faltaron a la lealtad
al
El Libertador y a la
República,
y a algunos que burlaron la gratitud para con él.
El recordar estas cosas me ayuda a
soltar mi mala sangre y,
al mismo tiempo de lo que me hallo muy complacida, porque
logré retener ¡me
salí con la mía! ¡tengo los archivos y los
documentos más importantes
del General Bolivar!
Esos...no
lograron destruir lo que es más sagrado para mí.
Pude
describirle a O´Leary con
mucho detalle, yo,
La Libertadora de El
Libertador, yo, Manuela Saenz,
este atentado a Simón Bolivar en Bogotá,
nada menos que
en la Casa
de Gobierno, el día 25 de setiembre del año 28.
Y mis pensamientos al respecto.
MANUELA en otro
tono
Allá en Paita me leía yo El Quijote...y de sus páginas salían
evocaciones
Como las de
aquel agudo hombre...tratando de desbaratar un molino
¡Así hizo Simón,
y
fue cayendo con el peso de su
propia armadura!.
Una y una más, se lo advertía, que no permitiera la subida de
Santander.
¡Pero... qué? Se enfadaba conmigo...
¡Qué contraste Manuela!
De reina de la Magdalena a
esta vida de privaciones.
De Caballeresa del Sol a
matrona y confitera.
De Soldado Húzar a
suplicante.
De Coronel del Ejército a encomendera
MANUELA sintiéndose íngrima y
sola
Y aquí sigo reflexionando sobre lo que fue mi vida...
¡Yo tuve razones muy poderosas para unirme a él, a mí Simón Bolivar!.
Convicción de patriota, juntos a costa de todo. Mi
firmeza y mi carácter,
debido a que estaba
convencida de que Simón sería el único en la Historia
del Mundo, único como
El
Libertador de una Nación Grande
y Soberana.
¡Y éramos muchos los que así pensábamos! ¡Y todavía pensamos!
Yo no parecía una mujer, era una loca por la Libertad ¡que
era su doctrina!.
Iba armada hasta los dientes, entre choques de bayonetas,
salpicaduras de
sangre, gritos feroces de arremetidos, gritos con denuestos de los heridos
y moribundos; silbidos de balas.
Estruendo de cañones.
Me maldecían pero me cuidaban.
Sólo el verme entre el fragor de la batalla, les enervaba la sangre.
¡Y triunfábamos!
MANUELA reviviendo esos momentos
¡Cómo recuerdo a aquel soldado
nuestro!
Mi Capitana - me dijo el indio- por usted se salvó la Patria.
Lo miré y vi un hombre con la
camisa desecha, ensangrentada.
Lo que debieron ser sus
pantalones le llegaban hasta las
rodillas sucias Sus pies tenían el grueso callo de los hombres
que no pudieron usar alpargatas
¡Pero era un
hombre feliz porque era libre!
¡Ya nunca más
sería esclavo!.
¡Bolivar! ¡Bolivar,
cómo te amamos!
Dificil sería significar por qué
me jugué la vida unas diez veces.
¿Por la Patria libre? ¿Por Simón ?
¿Por la gloria? ¿Por mí misma?
El vivía en otro siglo fuera del suyo. ¡Sí, él no era del 19!
¡Símon, no hizo otra cosa que dar! ¡No hizo nada
nada para él!
Vivía en otro mundo, muy fuera del suyo.
Y Manuela
igual, no? digo yo...
MANUELA soñadora
Hoy
se me hace preciso
recordar todo esto...por la ansiedad.
Sé que vendrás a buscarme pronto
¡quizás esta misma noche!.
Estuve sentada frente
a la hamaca que se está quieta,
como si esperara a su dueño.
El aire también está
quieto.
Los árboles están como pintados.
Casi que puedo oler las
violeticas que un día me trajistes de
Pativilca,
me dijiste que eran como yo, muy delicadas, bellas y perfumadas.
Sí!
tu amor sigue aquí en mi corazón, y mis pensamientos y mi amor
por tí, ¡están
contigo en esta eternidad!. Hoy
es lo que pienso
Hace poco te
dije gritando
¡Escúchame mi
amado Simón, hoy es 22 de noviembre
de 1856!
¡Mañana me
toca morir de esta peste que
me rodea!
¡Con qué rabia me he pasado todos
estos 26 años. ¡Sobreviviéndote!
¡No es que acepté la muerte! ... como alguien escribió por ahí! ¡No!
¡Es que detestaba
seguir aquí sin tí!
Pero Simón...ya casi se me olvidaba recordar la emoción que sentí al leer
un poema titulado..."Lo que
dice una mujer vieja en un puerto del Pacífico"
Lo dice así, según
él que yo decia... aquel gran poeta
William Ospina.
.
Nadie podría reconocerme sino uno...
Ese que llega cuando estoy sola al atardecer, en el balcón ruinoso...
mirando al SOL que se apaga en torbellinos de amaranto y de sangre...
Ese que me susurra al oído
"Manuela"... y hace correr mi sangre
otra vez joven por
mis venas...
y que al volverme...
es vasto como al atardecer, porque
está junto a mí y me sacia de orgullo...
¡Ese que viene a decirme que sólo es nuestro
lo que no podemos perder...lo que
impregnó de orgullo cada fibra...
un alto sueño de un día altivamente
llevado y
vivido...
altivamente sostenido contra la tempestad, contra el mundo!
¿Será que aquel poeta pudo adivinarnos?
A tí...mi Simón... y a mí...
tu Manuela...
MANUELA enamoradísima
¡Lleno están mi corazón,
mi mente, mi cuerpo de
ese inmenso amor!
¡Desde el primer momento en que te ví a tí,
mi Señor!
Y además, segura estoy de que dónde
tú estés...también me estás queriendo,
como aquel primer día... ¡en que nos volvimos a ver... por fin...de nuevo!
¡Porque estamos seguros ¡de
que ya nos conocíamos de vidas
anteriores!
¿Y por qué estoy aquí? ¡íngrima y sola...esperándote!
¿Serán muchos más días?
Cuántos atardeceres sintiéndote
cerca, sintiendo como me
acariciabas
con esos rojísimos rayos de
Sol que me envías
cual ideas dibujadas
Muy de vez en cuando te dejaban venir a verme, lo sé,
muy de vez en cuando podía percibir yo tu cercanía...
¡y
hacías sentirme de nuevo viva!
¡Será hasta mañana mi Simón, José Antonio
de la Santísima Trinidad!
Volveremos a encontrarnos y sentiremos las mismas delicias.
Segura estoy que estás pensando, igual que antes
cuando, sólo mi recuerdo desde tan lejos...
avivaba la emoción de tu corazón...
Imagínate la brisa con mi perfume, cuando alce
de nuevo mis brazos y me rodees con tu cuerpo. ¡Tú sabes cómo te amo!.
Nosotros dos existimos
para darnos amor, para deleitarnos sólo
estando cerca.
Yo sé que estás preparándote a venir a buscarme ¡Vente ya!
Hoja para
ser entregada a los que vengan a
presenciar el Monólogo.
Veamos como fue el primer momento, en esta vida,
de
estos dos locos de amor y de pasión por alcanzar la Libertad
de
todo un Continente, el nuestro ¡Nuestra América!
Ocho años de amor
apasionado
Comienzan
desde el primer encuentro.
¿Qué
ve Simón en Manuela?
La
ruborizada belleza de
aquella mujer
con
los dos brazos extendidos hacia
él.
¿Qué
ve Manuela en Simón?
El
magnífico dueño de aquellos ojos
tan negros que le sonríen taladrantes.
La
luz del Sol produce la magia
necesaria
para
que Manuela sea la dama que encienda
el
corazón del guerrero de mil
batallas.
La
luz de la Luna baila con ellos esa noche.
El
es para Manuela El Esperado.
¿Será que a
la primera mirada recordaron
un
interrumpido y revolucionario diálogo
en
alguna Tierra de adoradores del Sol?
La última página y este poema son de la autoría de la recopiladora
de los textos para este MONOLOGO
DE MANUELA SAENZ.
Las descripciones sobre ella,
que va enumerando son auténticas
de variados historiadores, cronistas, admiradores y un gran poeta
que dejaron para la
posteridad sus testimonios...
la mayoría de ellos de Nuestra
América...
Las cartas son
auténticas.
Monica Chalbaud.
11.05.2011.
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